5 Años Esperando Reformas

Miauuu… Me desperezo después de una larga siesta, de esas que solo un buen rayo de sol en la ventana puede brindarte. Pero esta vez, me despierto con un cosquilleo en las patitas… Un aniversario. Cinco años desde aquel ruido, desde que las calles vibraron bajo mis bigotes, cuando los humanos, esos animales ruidosos y despistados, salieron a rugir al unísono.

Miré las calles llenarse de colores y humo, olí la rabia y la esperanza mezcladas en cada rincón. ¿Y qué hice? Como buena felina, me deslicé por entre las patas humanas, esquivando gases y gritos, preguntándome: ¿Qué es todo este alboroto?

Hoy, cinco años después, me vuelvo a estirar en mi rincón favorito, pero esta vez la inquietud es distinta. ¿Qué pasó con los rugidos? Los discursos políticos, antes afilados como mis garras, ahora parecen… tibios. “Octubrismo”, lo llaman algunos, con tono despectivo, como si las protestas hubieran sido solo una rabieta pasajera. Pero yo, que estuve allí, no puedo evitar arquear el lomo. ¿Cómo olvidar el peso de los carteles, los cánticos que resonaban hasta en las esquinas más silenciosas?

¡Qué confuso es para una gata como yo! De repente, aquellos que antes hablaban de justicia y cambios, ahora actúan como si todo hubiese sido un mal sueño, un capricho juvenil. Y yo, aquí, moviendo la cola con escepticismo, porque a veces los humanos parecen olvidar más rápido que un ratón escurridizo. En estos cinco años, los discursos de los poderosos se han torcido como un ovillo mal enrollado. Aquellos que miraban con desprecio desde sus palacios, ahora intentan suavizar sus palabras, minimizar lo que fue un rugido real, visceral, cargado de lo que a los gatos como yo nos encanta: pasión y autenticidad.

Me pregunto, con mis patas bien plantadas en la tierra, si alguna vez entenderán. Si alguna vez podrán sentir, aunque sea por un segundo, esa vibración que aún siento cuando cierro los ojos y recuerdo. Porque, queridos lectores, a mí no se me olvida. Y si los políticos creen que pueden barrer bajo la alfombra todo lo que fue, que sepan que las garras siempre están listas para recordárselo.

Ronroneos revolucionarios,
La Gata Engrifada